viernes, 23 de enero de 2009

Kechu

Un sol radiante barnizaba las calles de la ciudad, una leve brisa armonizaba el ambiente a urbe luminosa y una roja mariposa revolotea por el lugar. Llega la mariposa a un dedo amigo, calloso y grisáceo, perteneciente a una maltratada mano. Era gruesa y fuerte, como si su dueño hubiera soportado los más difíciles momentos de la humanidad.

-Hola amiguita, ¿Cómo va todo?, hoy es un lindo día y puedes aún volar libremente por este mundo. La suerte te ha pillado, el no andar a dos patas y paso firme te bendice. Aquí todos te aman, aquí todos te veneran, ¡Ve y sigue!- le dice, en voz alta, el vagabundo a la hermosa figura alada, para luego agitar su mano y provocar el vuelo de esta. Corpulento ser, piel trigueña y marcada por diversas cicatrices, pelo mal cortado, cara sucia, ojos negros achinados, brazos y piernas con músculos muy marcados, uñas largas, una toga como vestimenta. Así lucía este insignificante filósofo analfabeto, que estaba tirado relajadamente a los pies de un edificio de concreto. A su lado yacía su único ser amado, una perra de raza ovejero alemán. Estaba tarareando una sinfonía mientras observaba el encuentro de dos figuras misteriosas.

-Anoche hablé con este tío… Me huele que está echándose atrás, debemos darle apoyo, más bien, darle presión permanente. Quiero que vayas y seas su protector, eso pensarán ellos, pero debes ser una pieza importante para todo esto, cualquier cosa que ocurra me llamas y tienes completo derecho a actuar, ¿Queda claro?- le ordena una figura a otra, poniendo finalmente la mano en el hombro de su prójimo.

-Si, muy claro señor, no le fallaré, conseguiremos exterminar todo este mal de una vez por todas- respondía el segundo. En eso, los dos miran al vagabundo, mucha repugnancia en sus ojos y discriminación. El susodicho responde saludando alegremente.

Los dos sujetos se dan media vuelta y parten por lados contrarios, cada uno llevaba una firme mirada y un paso apresurado, el eclesiástico se pierde por las calles, el protector entra en el edificio de Duchttler. El vagabundo había cambiado su alegre rostro por rasgos de preocupación muy marcados, no contaba con esa pieza en el ajedrez. En eso, la hermosa mariposa que había visto hace un rato volvió a su mano, este la besó tiernamente y ella emprendió el vuelo. Mientras el viejo seguía con la vista al insecto, se encontró con el par de ojos azules.

-No, no entró en la habitación, pero luego lo encontrarán y entonces también habrá una pieza más en este lado, pero ellos ya lo sabrán cuando lo encuentren. Antes, podría peligrar su vida. Pero bueno, ¿Qué más puede hacer un viejo loco que pedir limosna a los transeúntes?

El viejo sacó un jarro de lata y comenzó a pedir limosna a la gente que lo rodeaba, el joven de los ojos azules fumaba un puro hundido en su nerviosismo. Había descubierto que les pintaban un gran cuadro, no podía soportarlo, aún quedaban genes de rebeldía adolescente, esos que les mata el mercado con su cruel látigo. Estaba decidido a sabotear el plan de su jefe, pero no tenía como hacerlo, era un simple empleado de tantos que hacían un trabajo tan parecido. Sin embargo, sabía suficiente de informática como para aprovechar el hecho que los computadores estén conectados en línea, podía robar, editar, borrar, suprimir información. Suficiente. Entonces ya había terminado el puro y estaba listo para volver al edificio. Entró audazmente por la puerta giratoria, se deslizó confiado por los pasillos hasta llegar al ascensor, dónde subió hasta el piso en el que debía trabajar. Antes de salir de este, calló en la cuenta de que había llegado un nuevo personaje al edificio: El Protector. Afortunadamente este estaría preocupado únicamente del mandatario, según había escuchado en la conversación con Fíggeti. No se iba a fijar en un simple empleado, perfecto.

-¡Adelante!- ordenó Duchttler.

Por la puerta entró un alto personaje, calvo, cara alargada y angosta, con anteojos redondos y oscuros. Su cuerpo era delgado y estaba cubierto por una larga sotana roja, en su pecho brillaba una cruz de plata y de sus mangas se escapaban sus finos dedos. Se inclinó ante el escritorio del arzobispo.

-Señor mío, soy el padre Rauch, vuestro ángel protector. Me han encargado cuidarle el resto de los días que sean necesarios para acabar la misión de la criatura.- se presenta el siervo, mirando fijamente hacia el suelo.

-¿Ángel protector? Hmmm… Fíggeti te habrá puesto ese cargo. Esta bien, accedo a vuestra protección, hay suficiente espacio para acogerte, bienvenido hijo mío.- le responde el líder, se pone de píe y camina hasta encontrarse a su lado- ¡Levántate siervo de Díos!

El protector se puso de píe y sobrepasaba la altura de Duchttler por casi medio metro. Este último lo miró a los ojos con paternidad y lo abrazó fuertemente. El novicio se sintió algo incómodo, hace poco había salido de un antiguo convento lejano. A penas su entrenamiento se dio por terminado, Fíggeti lo mandó a llamar para encomendarle la actual misión. Sin embargo, no pensaba en tener que aplicar su entrenamiento en este aburrido edificio, en nombre de esta teoría de la que él mismo a veces dudaba, pero le parecía interesante observar el como la llevarían a cabo, quería ver a la criatura algún día. Aún así, lo que realmente buscaba era una fuerza contraria a esta teoría, así habría un enfrentamiento y todo tomaría mayor atracción. Quería poner a prueba todo lo aprendido en los años recién pasados.

En eso entra Otto por la puerta, al ver al nuevo huésped se detiene extrañado y mira interrogativamente a su jefe.

-¡Otto!, él es el padre Rauch, le encargaron cuidarme para el resto del tiempo que demore la misión, así se aseguran que todo sale bien y nosotros podemos estar más tranquilos-le responde presentándole al joven religioso.

-Un gusto Mr. Otto, espero que mi presencia no le desagrade y podamos compartir en armonía-se expresa el novicio junto a una reverencia.

-Ah, ah-se le oye decir a Otto, mientras cambia el rostro-¡Un placer padre! ¡Que gusto da informarme que nuestro señor estará protegido! Mi lord, la criatura ha permanecido en una posición de meditación durante horas, no se ha movido de su lugar ni una sola pulgada. Es muy extraño.

-Hmmm… Debe estar en un estado de autorreflexión y considerando la imagen de Cristo y nuestro señor Díos. Aún así, está condenado a morir por todos los pecados del mundo, que bello el como se repite la historia, ¿Estará pasando por su propia abstención?- lanza Duchttler sus preguntas teológicas al aire, esperando una respuesta de sus acompañantes.

-El señor es mi pastor, nada me falta…-Comienza a recitar Rauch.

-¿Nada os falta? ¡No les falta ni dinero, ni lujos, ni poder! Pero si les falta humanidad, les falta independencia. No piensan en permitir que hayan abortos, pero si que gran cantidad de gente esté en condiciones indignantes, que mujeres desafortunadas tengan que vender su cuerpo para poder satisfacer sus necesidades básicas. Claro, si hasta uds contratan a las pobres putas para satisfacer sus divinos celibatos. Hacia esos caminos les va guiando su pastor, los caminos de la absurda Santidad, todos sus mártires y hasta el Nazareno, si es que existe, se revuelcan en sus tumbas. Les lleva a los malditos prados de la impunidad para hacer y deshacer sin riesgo alguno, son “obras de Díos”. Pero no solo a uds les disparo mis flechas, también a todos quienes viven en este mundo, pues permiten aberraciones como estas, permiten la existencia de instituciones oscuras y mafias santas. Tengo ganas de morir, ganas de dejar de ser parte de este lugar, pero extraño a mi familia, a mi madre. No queda más que encontrar un equilibrio espiritual, esperar el momento final. Sólo existen dos posibilidades… Vivir o Morir. Pero, ¿habrá otra vida? ¿Disfrutaré el vivir? ¿Qué más puede una criatura como yo hacer? Si no tranquilizo mi alma, me volveré loco.- dialoga consigo mismo, en su abismo interior, el niño encerrado. Para luego proseguir en una actitud de meditación.

Los trabajadores parecían muñecos monótonos, repitiendo sus movimientos de forma tan autómata. En casi todas las pantallas se podía observar lo mismo, reportes y reportes de la salud de la criatura, del comportamiento de la criatura, de las condiciones del lugar donde está encerrada la criatura y de las condiciones del día en el que la teoría se demostrará. Sin embargo, había una pantalla en la que se podía ver una diferencia, un manual para poder utilizar la línea de computadores a su desdén. Muy fácil y práctico, sobretodo para el de los ojos azules, un maestro en computación.

Era cosa de encontrar el momento oportuno, necesitaba una excusa para darle lógica a problemas técnicos, una coartada perfecta. Si tan solo todo se detuviera por un momento.

-Es hora de irme cariño, jamás te olvidaré y menos olvidaré todo lo que hemos hecho juntos. Perdóname, pero mi destino me muestra este camino, el de la santidad, te amo-le besa tiernamente mientras le acaricia el rostro, el otro llora desconsoladamente recibiendo, como un perro fiel, la despedida. El de larga cabellera y largos rasgos se aleja lentamente por el sendero de los olivos, el verde prado y los arreboles en el cielo ambientaban la triste escena. El otro se levanta finalmente para seguir su camino, el opuesto. El viento soplaba con delicadeza, la suficiente como para despeinarle y hacerle caer en la cuenta que ha perdido gran parte de su alma: A su amado… Pero cae drásticamente en un pozo se petróleo, intenta salir a flote y consigue dar con una orilla. Descubre la superficie y sube a ella, entonces se encuentra ante una figura sentada, era un calvo con rasgos alargados. Era él. Nacía una rabia en él y corría a enfrentarle, los dos estaban armados y el calvo contiene su ataque, sonríe. Sonríe y luego se ríe a carcajadas. El otro se asusta y retrocede.
Despierta drásticamente Álastor, amarrado por sus propias sábanas. Hacía mucho que no soñaba con él, un muy viejo amor por quien ya no sentía más que rabia, rabia por haberlo dejado por Díos. Pero, si había soñado con él, era por algo, lucía muy distinto y mayor, ¿Acaso estaban a punto de reunirse? No alcanzó a responderse cuando sintió un ruido a su lado. Álastor saltó y rápidamente rodeó a la figura que le contemplaba.

-¿Soledad?-preguntó, teniendo el cuerpo de ella entre sus brazos y su aroma le invadía el olfato.- ¿Qué pasa?-le vuelve a preguntar sin soltarla.

-Mi lord… ehm… le escuché gritar desde la otra habitación y pensé que ocurría algo grave, es mi deber estar atenta y al servicio de los otros integrantes del círculo- le respondió, tomando las manos del joven con cariño.

-¿Grité? Joder… Creo que estaba demasiado hundido en el sueño, pero igualmente despierto al mínimo ruido y pudiste entrar sin despertarme, tienes muy buena habilidad. Sin embargo, ¿has venido solamente por deber?- le vuelve a preguntar, sin soltarla aún.

-Le mentiría si le dijera que mis deberes me tienen aquí parada, me preocupé un poco más de lo normal-le vuelve a responder, sonriendo y sonrojándose, aun que el Duque no podía notarlo en la oscuridad-Pero, al ver que no ocurría más que una pesadilla, me quedé a contemplarlo un poco, ya no tengo más que descansar, estoy acostumbrada.

-¡Que vergüenza! Jajaja-lleva la mano hacia el rostro de la joven para acariciarla, le llegaba al pecho-Pero, fue más que una pesadilla, una persona apareció en ella, hace mucho tiempo que no se presentaba en mis sueños.

-¿Quién era?-Soledad deseaba saber más sobre su vida.

-Un viejo amor, quizá te impacte un poco, pero es un hombre. Cuando éramos adolescentes tuvimos un romance muy profundo, era todo muy platónico. Nosotros vivíamos en un lugar donde las mujeres eran sólo sirvientes y seres inferiores, afloraba la homosexualidad muy comúnmente. Pero él un día llegó y se fue en búsqueda de la Santidad, amaba más a su Díos que a mí. Me sentí pésimo, por un momento creí haber muerto, pero debía seguir mi camino y volví a casa. Al tiempo después me largué a la ciudad y empecé a forjar la reputación que hoy me antecede. Me di cuenta que las féminas son seres de igual a igual, que había que amarlas tal como lo merecen. Ahora bien, él tenía una hermosa y larga cabellera en esos tiempos, al final de mi sueño apareció calvo y hábil con la espada-Se sinceró el joven, soltándola lentamente y sentándose en la cama, invitándola a acompañarle. Ella accede y se sienta a su lado.

-No me impacta sabes, he visto tantas cosas bizarras en mi vida, como la humanidad se ha desvirtuado y también los de mi sangre, un amor homosexual como ese me parece hermoso y admirable-le sonríe y le acaricia el rostro al Duque.

-¿Los vampiros pueden amar?-le cuestiona Álastor a la joven.

-Si, si pueden-le responde ella.

-Pero, ¿cómo?-vuelve a preguntar el Duque.

-Así como estoy amando yo… Ahora-le responde, besándolo apasionadamente.

Se abrazan mutuamente y le abren las puertas a ese sentimiento retenido que nació apenas la chica le abrió la puerta. Se descubren lentamente, con es paciencia que enciende aún más la llama, se besan hasta la última pulgada del alma. Los vampiros si pueden amar, si pueden sentir esa divina sensación del placer. Aun que los fluidos bailen junto a la sangre. Si pueden hacerlo los pederastas, si pueden hacerlo los torturadores, si pueden hacerlo los asesinos, ¿Por qué no los vampiros? Pero no pueden fecundar, esa es la maldición de la letra pequeña del contrato de la vida eterna. Te besan, pasas a llevar un apellido, pasas a obtener nuevas habilidades, así como nuevos defectos, pero tus órganos contienen cierta cantidad de sangre ajena de la cual te alimentaste, tu corazón no palpita como antes, sólo ante el gozo de alegría de un abrazo. Tus noches ahora serán tus días y tus días tus noches. El padre sol te dañará sin querer, provocándote heridas en la piel, heridas que con el tiempo pasan a ser cotidianas, todo depende de la resistencia de tu linaje. La madre luna será tu guía en los momentos en que todos duermen y te enfrentes al sub mundo. No envejeces, ves como todo se va muriendo, va cambiando, pero tu aspecto está intacto. Tienes que sobrellevar guerras de hambre, guerras de territorios, guerras de especies. Sin embargo, tu corazón siente,pero no late. Conoces el real concepto del amor, ese amor eterno. Ese que en mi dejó de florecer hace decadas y hoy, hoy tú lo has encendido. Todo esto se lo recitó Soledad al Duque, a su lord, mientras descansaba a su lado. Y él la escuchaba atentamente, a su lady, los dos mirando al techo, imaginando una y mil cosas. Pudieron descansar un par de horas antes de que Soledad se levantara y partiera a levantar a los demás. Con un tierno beso se despidieron y un “hasta luego”.

1 comentario:

Lilioshka Leliv dijo...

¿Sabes? Este capítulo mezcla aún más hábilmente el relato objetivo de los sucesos con las reflexiones de los personajes (y las tuyas propias). Me sorprendieron esos arranques repentinos, el no saber quién demonios pensaba qué, hasta enterarme y sonreír maravillada. Hay partes realmente brillantes que me llenan de emoción.


:)

"Estoy más cerca de lo que tú crees, estoy más cerca que "a tu lado", estoy donde no puedes evadirme, donde no puedes esconderte.. Soy Parte de Tí..."